Esta semana vino de visita Karlita, novia de agosto. Vino a asuntos de negocio pero se dio sus escapaditas a verme.
El martes salí de clase a las 22h30 y crucé la ciudad de sur a centro para alcanzar los últimos minutos del restaurante del hotel. La plática iba a mil por hora, había demasiadas cosas de que hablar.
Ella se casa en 30 días: stress, neurosis, pendientes, preocupaciones. Yo viviendo un romance a larga distancia: neurosis, impaciencia, sueños guajiros, planes. Ya pasaban de las 3am y seguíamos en la chorcha...
Al día siguiente las dos fuimos a trabajar con cara de arañas fumigadas. Y sin embargo, nos volvimos a ver por la noche. Ahora si ya platicábamos más tranquilas, contábamos anécdotas y tonterías.
Sin ser la típica bridezilla, Karlita me comunicó la emoción de su boda, la belleza de su relación y me envolvió en la magia. Y yo, por lo visto, la conmoví con mi historia romántica estilo chick flick, con mi amor al DF y mis deseos de volver a mty.
¡Me dio gusto verte, pequeña!
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